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Autos chinos en Estados Unidos: ¿la nueva batalla por la hegemonía tecnológica global?

Dra. Rocio Mendez

La posible llegada masiva de vehículos eléctricos (VE) chinos a Estados Unidos no solo representa una preferencia de consumo o una competencia más dentro del sector automotriz. En realidad, se trata de una batalla estratégica por la hegemonía tecnológica del siglo XXI, donde el automóvil se ha convertido en un símbolo del poder industrial global.

Uno de los principales mecanismos para frenar esta expansión ha sido el uso de barreras proteccionistas, como la reciente imposición de aranceles punitivos a los productos chinos por parte de Estados Unidos (EE.UU.).

Esta medida no solo busca proteger su industria, sino que responde a preocupaciones más amplias: el dominio económico, la seguridad energética y el futuro mismo de la movilidad global. Por ello, la pugna tecnológica entre China y EE.UU. se centra especialmente en el control de la cadena de valor del VE y la conducción autónoma, lo que se ha convertido en una carrera industrial por definir los estándares del futuro.

Pero, ¿los avances tecnológicos de China representan una amenaza para las empresas estadounidenses? ¿O más bien revelan una excusa para justificar políticas proteccionistas frente a un rival estratégico? Durante años, la industria automotriz china fue vista como sinónimo de productos baratos y de baja calidad. Hoy esa narrativa ha quedado atrás. Empresas como BYD, NIO, XPeng y Li Auto han transformado el panorama automotriz global al ofrecer propuestas innovadoras, de alta calidad y con una fuerte orientación hacia la tecnología.

Cabe destacar que, hasta hace apenas cuatro años, China era considerada un país con debilidad en la exportación de automóviles. No obstante, con el respaldo de políticas públicas y subsidios gubernamentales, sus empresas lograron escalar su producción, muchas veces con el apoyo de proveedores clave a nivel internacional.

Actualmente, las empresas chinas fabrican el 75% de las baterías de litio a nivel mundial y controlan más del 80% del refinado de minerales críticos como el litio, cobalto y grafito. Esta ventaja no solo les ha permitido liderar el mercado de VE, sino también consolidarse como un actor estratégico en la transición energética a nivel global.

Por su parte, el mercado de vehículos eléctricos en Estados Unidos mostró, en 2024, un crecimiento importante y una transformación significativa en los últimos años, especialmente en estados como Washington, Oregón, Hawái, Arizona, Virginia y California, regiones que concentran la mayor parte de la demanda nacional de VE.

En contraste, según un estudio de 2025 por Gallup, los estadounidenses han perdido interés en la compra de autos eléctricos debido a los altos costos y la falta de infraestructura de carga, en relación con los datos del 2023, cuando al menos un 59% de los ciudadanos norteamericanos mostraron interés por la compra de un VE. Además, se presume que la prioridad de compra de este tipo de autos es con respecto a marcas como Nissan, Toyota, Tesla o Hyundai pero no de marcas chinas. Esto sucede porque un número importante de consumidores no conoce aún las marcas de VE chinos y por lo tanto no representan un producto de alta competitividad entre los estadounidenses.

Una de las empresas que se encuentran a la cabeza de las ventas de VE en EE.UU., es General Motors, que continúa dominando el mercado con un estimado de 2,580.46 unidades vendidas en 2024. Por su parte, Chevrolet y Toyota siguen posicionándose como opciones relevantes al ofrecer vehículos seguros, innovadores y con precios competitivos. Ahora bien, aunque Estados Unidos ha impuesto altos aranceles de importación de vehículos chinos, persiste una creciente preocupación respecto al impacto que estos podrían tener en su mercado interno.

No solo existe el temor de que ganen popularidad entre los consumidores norteamericanos y desplacen a las marcas locales, sino también de que representen un riesgo para la seguridad nacional, debido a que muchos de estos vehículos están conectados a internet, lo que ha generado inquietudes sobre posibles vulneraciones en ciberseguridad y el uso de tecnología china con fines de espionaje.

Lo dicho hasta aquí supone que, si bien es cierto que los autos chinos pueden representar una amenaza competitiva por su bajo costo y alto rendimiento, también debe señalarse que su penetración en el mercado estadounidense sigue siendo limitada. De hecho, son pocos los estados de la unión americana donde los consumidores están dispuestos a adquirir vehículos de origen chino, lo que sugiere que gran parte de la población aún no los considera una opción atractiva.

Dicho esto, y con las cifras disponibles, el verdadero trasfondo de los aranceles impuestos a China es el temor de EEUU a volverse tecnológicamente dependiente. Pero más aún, se trata de evitar la pérdida de control sobre la recolección masiva de datos, que podría permitir a su principal competidor económico desafiar la hegemonía industrial estadounidense dentro de su propio territorio.

En definitiva, el control de la cadena de valor es lo que determinará quién liderará el futuro y en este aspecto EEUU se encuentra en desventaja frente a China. Este país refina el 85% del níquel, el 70% del cobalto y el 60% del litio a nivel global. Además, empresas como CATL y BYD producen el 65% de las baterías del mundo. Así, desde la extracción de minerales hasta el desarrollo de software para conducción autónoma, China domina cada uno de los eslabones estratégicos.

Por esta razón, una de las principales estrategias estadounidenses para ganar tiempo y cerrar la brecha tecnológica ha sido imponer aranceles a vehículos eléctricos chinos e incentivar la producción nacional.

Sin embargo, al no contar con acceso pleno a los componentes clave fabricados en China, los vehículos estadounidenses corren el riesgo de volverse más costosos y lentos de producir.

En resumen, esta guerra comercial no se trata únicamente de quién vende más autos eléctricos este año, sino de quién definirá la arquitectura tecnológica de la movilidad del siglo XXI: China tiene el presente, EEUU.se juega su futuro.

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