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México y Perú: entre la tensión política y la cooperación económica

Dra. Rocio Mendez

La ruptura de las relaciones diplomáticas entre México y Perú marcó un momento inédito en la política exterior de ambos países. Sin embargo, más allá de las tensiones políticas y los desencuentros públicos, la relación comercial bilateral ha mostrado una sorprendente resiliencia.

Históricamente, México y Perú han encontrado puntos de complementariedad económica. México, como potencia industrial en la región, exporta maquinaria, equipo de transporte y bienes de consumo. Perú, por su parte, se posiciona como proveedor clave de minerales y productos agroalimentarios de alto valor agregado.

Esa colaboración ha sido, durante décadas, el contrapeso que ha permitido sostener la relación económica incluso en momentos de turbulencia política.

El vínculo comercial actual se sustenta en el Acuerdo de Integración Comercial de 2012, la Alianza de Pacifico, que entró en vigor el 20 de julio de 2015 y el Tratado Integral y Progresista de Asociación Transpacífico (TIPAT), vigente desde 19 de septiembre de 2021.

Es sobre esta base que ambos países han consolidado una relación estable con expectativas de expansión sostenida. De acuerdo con datos del Banco de México, el intercambio comercial entre ambos países, de enero a agosto de 2025, alcanzó más de mil 772 millones de dólares.

Las exportaciones peruanas sumaron 888 millones de dólares (un crecimiento inédito), mientras que las importaciones desde México disminuyeron a 1.619 millones de dólares.

Datos oficiales también revelan que en 2024 México importó de Perú productos agropecuarios por más de 41.000 millones de dólares. El mayor dinamismo provino de bienes como la mandarina, que creció 127% en valor, y la uva, con un crecimiento de 3,6%. En conjunto, el 97% de las compras de uva procedieron de Perú.

Ahora bien, pese al anuncio del gobierno peruano de romper relaciones diplomáticas con México tras el otorgamiento de asilo político a la ex primera ministra peruana Betssy Chávez, quien enfrenta procesos judiciales en su país por presunta participación en el intento de autogolpe de diciembre de 2022, la relación comercial parece no verse afectada puesto que tiene bases sólidas y una agenda con oportunidad de crecimiento.

Por otro lado, los escenarios hipotéticos de un rompimiento comercial más profundo tampoco sugieren un impacto severo en México. Nuestro país depende en mínima medida de insumos peruanos para sectores estratégicos como el energético o el agroindustrial. En 2024, por ejemplo, solo 1,329 millones de dólares en bienes peruanos ingresaron a México, una cifra modesta si se compara con la magnitud del comercio exterior mexicano.

Para Perú, en cambio, la ruptura tendría efectos más sensibles, particularmente maquinaria, automóviles, productos químicos y equipos eléctricos, provenientes de México.

A pesar de que el intercambio comercial es marginal, la relación bilateral es significativa y, el desafío para los dos gobiernos será encontrar el camino para restablecer el diálogo sin que ello implique renunciar a posiciones políticas internas.

Además la normalización diplomática eventual deberá incorporar los aprendizajes e este período, fortaleciendo los mecanismos que permitieron al comercio sobrevivir al impasse diplomático y protegiendo este espacio de cooperación.

Al final, por muy profundas que sean las diferencias políticas, México y Perú no pueden darse el lujo de aislarse mutuamente en un contexto global que premia la cooperación y castiga el aislamiento.

La pregunta es si los gobiernos tendrán la capacidad de recuperar el terreno perdido o dejaran que se siga debilitando lo que aún permanece en pie.

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